He de admitir que soy un apasionado de la fotografía de retratos. Cada rostro, cada personalidad, cada esencia es única y me fascina dedicarme a buscarla. No existe mayor satisfacción para mí que poder acceder a esa mirada, ese gesto que describe tanto una personalidad y quedará grabado en mis cámaras para siempre.
Retratos. Rostros. Historias.
Cada rostro me inspira un tipo de acercamiento diferente. Un reto que adoro tomar y dar lo mejor de mí mismo para que mis clientes y modelos queden realmente contentos por haberme elegido. Podría asegurar que no tengo una preferencia a la hora de decir qué perfil es el que más me gusta fotografiar. Los más pequeños, por razones de naturalidad y pureza me resultan un increíble material para hacer retratos. Pero un rostro anciano, con sus arrugas, pliegues e intensidad realmente me encantan. Un rostro joven puede transmitir insolencia, transgresión, provocación, inocencia, timidez, etc.
Regla número uno. Sólo se tú mismo/a
Por decirlo de algún modo, cada persona tiene docenas de registros que, con suerte pueden desplegar ante mí en una sola sesión. Una buena serie de retratos no deberían abarcar únicamente una emoción como el buen humor con sonrisa. Por eso no me gusta forzar a la gente a que sonría. Ser fotogénico no significa ser atractivo. Significa TRANSMITIR del modo más intenso y puro posible. Y ésa es una de mis premisas antes de comenzar a hacer fotos para mí y mis modelos. No necesito rostros perfectos. Necesito emociones puras. Sin filtros. Naturalidad.